jueves, 28 de noviembre de 2013

Valor emocional

En Barcelona los hornos de pan son como en Gijón las zapaterías, hay uno por cada tres habitantes. Yo, que soy más golosa que presumida, tengo aquí mi perdición.
Hoy compré un bollo de lino redondo, muy bueno. Lo mejor fue cuando me dieron la posibilidad de cortarlo en rebanadas. Vi la máquina con la que lo llevaban a cabo y un escalofrío recorrió mi cuerpo. No había tenido morriña hasta ahora y os parecerá raro pero no la sentí por mi ciudad natal sino por California. Estuve allí en el año 1996, fue un viaje que marcó mi vida, y donde descubrí, por primera vez, la susodicha máquina. Nunca más la había vuelto a ver hasta hoy.
Sé lo extraña que resulta esta entrada pero tenéis que entender que el valor emocional de las cosas es distinto para unas personas que para otras, que nadie puede controlarlo y que depende de las circunstancias de cada uno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario