sábado, 9 de noviembre de 2013

Montacargas

Este es el ascensor que hay en mi casa. Es muy antiguo y por eso mismo es tan llamativo. Cuerpo de malla metálica, a través del cual, puedes observar la maquinaria. Doble embarque. Cabina de madera noble, con puertas de apertura manual. Estrecho, como no hay otro en el mundo. Tremendamente incómodo. Sin espejo. Pero a pesar de todos esos inconvenientes me tiene prendada. ¿Y a vosotros?



4 comentarios:

  1. El de casa de Tía Eloisa en Madrid era de ese tipo, cuerpo enrejado precioso, y por dentro de la cabina iba tapizado en terciopelo rojo oscuro, y tenía un banco para sentarse, pero era muy grande y tenía espejo, y el de casa de Guzmán y Rosa en Carabanchel era pequeño y sin tapicería y muy parecido al tuyo. Que gracia! De esos deben de quedar cuatro.

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  2. Es que, entre la modernidad, la funcionalidad y el acero inoxidable, estos aparatos están condenados a desaparecer. Son como los linces, los pocos que quedan se tratan y son vistos, con extremo respeto.

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  3. Seguro que a Gonzalo y Guillermo se pasarían horas y horas subiendo por uno de esos dándole rienda suelta a su imaginación y disfrutando de los viajes de subida y bajada.

    Estoy seguro de que Tere preferiría las escaleras :) (es algo más miedica, jejeje,.. lo digo ahora que no me oye).

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    1. Ja, ja, ja, tienes razón, puedo imaginarme a los dos hermanos metidos en esa cabina sin ganas de bajarse nunca.

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