
Os cuento esto porque ayer, al pasar por Takashi Ochiai; una pastelería japonesa, en la que venden uno de los mejores croissants que haya tenido el placer de degustar; la tentación se presentó con tanta fuerza que sucumbí. Mi incapacidad de resistencia me permitió descubrir una delicia, un manjar, un pastel con la textura perfecta, crujiente por fuera, jugoso por dentro, con un sabor y un olor a mantequilla excepcionales. Bendita pusilanimidad.
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